Escrito por René Fabian Cardozo
Estamos en la era de las comunicaciones, se decía hace unos años, y no fueron muchos, para que ahora, por todas partes se afirme, que estamos en el siglo de las nuevas tecnologías, que vinieron a transformar nuestras vidas en todos los ámbitos, en lo cultural, lo económico, lo social, y… en lo educativo.
Es tal la proyección de las NTIC (Nuevas Tecnologías de la Información y las Comunicaciones) en la escuela, que los promotores de estas herramientas señalan que las mismas pueden ayudar a reducir las desigualdades para construir un nuevo modelo educativo, que a través de ellas se hará fecunda la lucha por la igualdad, la inclusión y la distribución equitativa de saberes y bienes culturales, de modo tal que se motorizarán profundos cambios en la vida social.
Pero, siempre hay algunos, hay que indicar que no todo lo que brilla es oro, pues la tan ansiada “inclusión”, que tanto se pregona de los sectores más progresistas, no es uniforme, pues los procesos son muy complejos y las “bendiciones tecnológicas” no llegan a todos, y esto, como consecuencia, provoca desigualdades en el acceso a la información y al conocimiento, acrecentando las diferencias económicas, sociales y culturales, diferencias que solo se pueden subsanar con el esfuerzo de los gobernantes, y sobretodos las cosas, del esfuerzo del sector docente, que deberá tomarse el tiempo, para aceptar la inmensa brecha digital que los separa de los estudiantes, y capacitarse para “guiar” en el descubrimiento de un mundo nuevo.
Y sucede, que como en la saga potteriana, todos estamos, carrito en mano, con todo un equipaje nuevo, buscando la plataforma 9 y ¾, temerosos de lo que nos espera del otro lado del muro, ese obstáculo que nos separa de la acostumbrada educación tradicional, mecanicista, limitada a otra totalmente futurista y vanguardista que persigue el potenciar la producción y circulación de mensajes a grandes distancias y a grandes escalas, potenciando su utilización en beneficio del aprendizaje, el conocimiento, el análisis de la información y el acceso a nuevas formas de organizar el pensamiento.
Es solo cuestión de valor el emprender esta nueva aventura buscando la “piedra filosofal” que nos guíe en la construcción de un mundo nuevo, de un nuevo modelo educativo que reduzca las desigualdades existentes hasta hoy.
Estamos en la era de las comunicaciones, se decía hace unos años, y no fueron muchos, para que ahora, por todas partes se afirme, que estamos en el siglo de las nuevas tecnologías, que vinieron a transformar nuestras vidas en todos los ámbitos, en lo cultural, lo económico, lo social, y… en lo educativo.
Es tal la proyección de las NTIC (Nuevas Tecnologías de la Información y las Comunicaciones) en la escuela, que los promotores de estas herramientas señalan que las mismas pueden ayudar a reducir las desigualdades para construir un nuevo modelo educativo, que a través de ellas se hará fecunda la lucha por la igualdad, la inclusión y la distribución equitativa de saberes y bienes culturales, de modo tal que se motorizarán profundos cambios en la vida social.
Pero, siempre hay algunos, hay que indicar que no todo lo que brilla es oro, pues la tan ansiada “inclusión”, que tanto se pregona de los sectores más progresistas, no es uniforme, pues los procesos son muy complejos y las “bendiciones tecnológicas” no llegan a todos, y esto, como consecuencia, provoca desigualdades en el acceso a la información y al conocimiento, acrecentando las diferencias económicas, sociales y culturales, diferencias que solo se pueden subsanar con el esfuerzo de los gobernantes, y sobretodos las cosas, del esfuerzo del sector docente, que deberá tomarse el tiempo, para aceptar la inmensa brecha digital que los separa de los estudiantes, y capacitarse para “guiar” en el descubrimiento de un mundo nuevo.
Y sucede, que como en la saga potteriana, todos estamos, carrito en mano, con todo un equipaje nuevo, buscando la plataforma 9 y ¾, temerosos de lo que nos espera del otro lado del muro, ese obstáculo que nos separa de la acostumbrada educación tradicional, mecanicista, limitada a otra totalmente futurista y vanguardista que persigue el potenciar la producción y circulación de mensajes a grandes distancias y a grandes escalas, potenciando su utilización en beneficio del aprendizaje, el conocimiento, el análisis de la información y el acceso a nuevas formas de organizar el pensamiento.
Es solo cuestión de valor el emprender esta nueva aventura buscando la “piedra filosofal” que nos guíe en la construcción de un mundo nuevo, de un nuevo modelo educativo que reduzca las desigualdades existentes hasta hoy.
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